Formentera Hippy: Tras las Huellas de la Generación que Hizo Famosa la Isla

Cierra los ojos por un instante y olvida la Formentera de las portadas de revistas y de los aperitivos al atardecer. Imagina otra isla. Una isla quemada por el sol y acariciada por el viento, donde los caminos eran de polvo rojo y el silencio solo era roto por el balido de las ovejas y el canto de las cigarras. Un lugar donde el tiempo no se medía en horas, sino en amaneceres y puestas de sol.
Esta era la Formentera que, a finales de los años 60, comenzó a atraer a toda una generación de jóvenes. Llegaban de todo el mundo, con el pelo largo, ropa colorida y un deseo irrefrenable de escapar de una sociedad consumista que ya no les representaba. No buscaban lujo, sino libertad. No buscaban comodidad, sino autenticidad. Y la encontraron aquí, en este rincón del Mediterráneo que se convirtió en su utopía, su refugio. Este es un viaje al corazón de la Formentera hippy, siguiendo el rastro de ese espíritu que, aunque más silencioso, nunca ha dejado de vibrar.
La Llegada: Cuando el Paraíso Era una Isla (Casi) Desierta
Para entender la revolución hippy, hay que comprender cómo era Formentera antes de ellos. Una isla pobre, áspera, habitada por campesinos y pescadores. La vida se regía por el trabajo en el campo, la recolección de sal y la pesca. No existía casi nada de lo que hoy consideramos básico: la electricidad era un lujo, el agua corriente un sueño, y las carreteras asfaltadas casi inexistentes.
Precisamente este aislamiento, esta simplicidad primitiva, fue lo que atrajo a los primeros “peluts” (los “melenudos”, como los llamaban los isleños con mezcla de curiosidad y recelo). Llegaban huyendo de la guerra de Vietnam en América, de las revueltas del 68 en Europa, buscando un lugar donde vivir según sus ideales: paz, amor y comunidad. Alquilaban antiguas fincas por pocas pesetas, vivían en playas desiertas donde podían estar desnudos sin ser juzgados, y encontraban en la naturaleza una espiritualidad que les transformaba. La historia de Formentera estaba a punto de cambiar para siempre, escrita no por conquistadores, sino por soñadores descalzos.
Fonda Pepe: El Corazón de la Revolución Pacífica
Toda revolución necesita un centro de encuentro. En Formentera, ese centro era un pequeño bar-restaurante de paredes blancas y puertas azules en el corazón de Sant Ferran: la Fonda Pepe. Sentarse hoy en una de sus mesas al aire libre es respirar un trozo de historia. Pero en los años 60 y 70 era mucho más que un bar.
Era la oficina de correos no oficial, el salón de la comunidad, el lugar donde se compartían ideas, se organizaban fiestas y nacían colaboraciones artísticas. Pintores, músicos y poetas encontraban inspiración allí. Las leyendas cuentan que por sus mesas pasaron figuras como Bob Dylan y los Pink Floyd, que encontraron en la isla inspiración para la banda sonora de la película More, filmada en Ibiza.
La Fonda Pepe era el epicentro del famoso buen rollo de Formentera, donde las diferencias sociales se desdibujaban. No importaba de dónde venías ni cuánto dinero tenías, sino la energía que traías. Hoy, entrar en la Fonda Pepe sigue siendo un viaje en el tiempo, donde las paredes susurran historias y parece escucharse la música y las risas de una generación que creía en cambiar el mundo.
Vivir el Sueño: Historias de Comunidad y Libertad Absoluta
¿Cómo se vivía en aquella Formentera? Se vivía con poco, pero intensamente. Los días no se medían por el reloj, sino por el sol. Se despertaban tarde, pasaban el día en la playa —muchas veces en Migjorn, donde el nudismo era lo normal—, tocaban la guitarra alrededor del fuego y se bañaban de noche bajo un cielo estrellado tan claro que parecía irreal.
Vivían en fincas compartidas, cultivaban pequeños huertos y practicaban el trueque. El pescador les daba pescado a cambio de ayuda con las redes; el campesino les regalaba fruta a cambio de una mano en el campo. Era una vida de intercambio, no de posesión.
La creatividad estaba en todas partes: se pintaba, se escribía, se creaban joyas de conchas y cuero, se cosían vestidos. No se producía para vender, sino por el placer de crear. Esta filosofía es la raíz del artesanado único de Formentera, que aún hoy distingue a la isla.
La Herencia Hippy Hoy: Dónde Encontrar el Espíritu de Libertad
Es cierto que la Formentera de los 70 ya no existe. El turismo ha cambiado la isla, ha traído nuevas normas y ritmos. Pero el alma hippy sigue viva. Hay que saber dónde buscarla.
Mercadillos Hippy: Colores, Artesanía y Vibraciones Únicas
Los mercadillos hippy de Formentera son la herencia más tangible de esa generación. No son simples mercados, sino puntos de encuentro cargados de creatividad.
- Mercadillo de La Mola: Abierto miércoles y domingos por la tarde, es el más grande y famoso. Fundado en 1984 por artesanos del altiplano, mantiene una regla clara: solo se puede vender lo creado en la isla. Caminar por sus puestos es descubrir joyas de plata, cerámicas, ropa pintada a mano y objetos de cuero, con música en vivo en la plaza central que convierte la visita en una experiencia mágica.
- Mercadillo de Sant Ferran: Más pequeño e íntimo, anima las noches de verano del pueblo. Aquí el arte y la música se mezclan, muchas veces con los mismos artistas actuando, creando una atmósfera bohemia que recuerda a los días dorados de la Fonda Pepe.
Música, Yoga y Buen Rollo: Las Nuevas Olas
El espíritu hippy también vive en chiringuitos históricos donde al atardecer se escucha buena música frente al mar. Se respira en los centros de yoga y meditación que siguen promoviendo la conexión interior, uno de los pilares de la contracultura. Y, sobre todo, se siente en el famoso buen rollo de Formentera, esa vibra relajada y abierta que define la isla.
Una Actitud, No una Apariencia
La verdadera herencia hippy de Formentera no es solo un look ni un género musical. Es una actitud de vida: respeto por la naturaleza, moverse en bici o a pie, elegir una vida más sencilla y menos materialista.
La próxima vez que visites Formentera, busca estas huellas. Siéntate en la Fonda Pepe y pide un vaso de hierbas, recorre el mercadillo de La Mola y habla con los artesanos, disfruta de una puesta de sol en silencio en un acantilado. Descubrirás que el espíritu libre y soñador de aquella generación sigue vivo, esperando a quien quiera escucharlo.